¡Vuela a un destino soleado a solo 2 horas de España, en dirección a Marruecos! ¿Qué parte de Marruecos te hace soñar más? ¿Sus ciudades imperiales, con sus animadas plazas y zocos? ¿Sus playas en el océano y el mar Mediterráneo? ¿Las montañas del Atlas o las dunas del Sáhara que se extienden hasta donde alcanza la vista? En cualquier caso, le sorprenderá la variedad de paisajes y lugares de interés histórico y cultural. Disfrutará del cuscús, el tajín, los dátiles y los pasteles marroquíes. Todo ello acompañado del delicioso té a la menta, la bebida de la hospitalidad. Para preparar su viaje, le proponemos descubrir 10 lugares imprescindibles que ver en Marruecos. Al final del artículo encontrará más información sobre el país, cuándo viajar y qué medio de transporte elegir.
1 Marrakech, la ciudad imperial que dio nombre al país.
Marrakech es la ciudad más conocida y visitada de Marruecos. Debe su popularidad a la multitud de mercados y festivales que la animan durante todo el año. Marrakech vive al ritmo de sus eventos culturales, artísticos y nocturnos. Desde la plaza Jemaa-el-Fna hasta los jardines de la Menara, siempre hay algo que hacer o visitar en Marrakech. Para descubrir todos los encantos de la ciudad,
2 Essaouira, el inolvidable puerto histórico
Desde Marrakech, en pocas horas se llega a la costa, donde se respira un ambiente completamente diferente. Essaouira es famosa por su medina totalmente blanca, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es el lugar ideal para pasear tranquilamente por sus callejuelas, degustar el tradicional té a la menta y comprar especias y objetos de artesanía local. También puede visitar las fortificaciones de la ciudad, cuya arquitectura recuerda a la de Saint Malo. Un poco más lejos, dé un paseo por el puerto y la playa, donde entrenan los surfistas. ¿Es usted aficionado al kitesurf? Buenas noticias: Esauira tiene un clima único en Marruecos y las temperaturas son constantes durante todo el año, con mínimas de 15 °C en invierno. Por cierto, ¿sabía que Esauira ya ha acogido la Copa del Mundo de Kitesurf?
3 Rabat, la capital de Marruecos
Para los amantes de la historia, Rabat es el destino ideal. Esta ciudad imperial es una mezcla sorprendente de tradición histórica y modernidad. Abdel Moumen fue el fundador de Rabat en el siglo XII, utilizando su famosa fortaleza como base para combatir las invasiones procedentes de Europa. Entre los monumentos más emblemáticos de la ciudad se encuentran la Torre Hassan y su Mausoleo Mohammed V, la Necrópolis de Chellahet y la Kasbah de los Oudayas. La medina, situada a orillas del mar, es la zona más visitada. Está rodeada de murallas que hoy en día están perforadas por puertas: Bab Laalou, Bab Bouiba, Bab Chellah, Bab Mellah… Por otra parte, las mezquitas «Jemaa Moulay Slimane» y «Jemaa El Kébir», construidas en el siglo XIV, son las más recomendadas por su belleza ornamental y su grandeza.
4 El pueblo fortificado de Ait Ben Haddou,
Aït Benhaddou es el ksar más emblemático de Marruecos. Un ksar es un pueblo fortificado compuesto por kasbahs construidas con tierra. Se trata de una forma de construir viviendas a partir de materiales procedentes del suelo, moldeados y secados al sol. De ahí la impresión de que la construcción surge del propio paisaje. La ciudad se mantiene y restaura constantemente, para que este entorno tan especial pueda seguir deleitando a sus visitantes.
5 Chefchaouen, la ciudad azul
Sus callejuelas y casas, completamente cubiertas de pintura de cal de color azul cielo, azul índigo y azul profundo, hacen de Chefchaouen una ciudad marroquí especialmente auténtica y fotogénica. Asegúrese de que su paseo por la medina le lleve a la plaza Uta el-Hammam, donde se encuentran la gran mezquita y la kasbah. Haga una pequeña pausa para tomar un té antes de reanudar su paseo, esta vez por los imperdibles jardines de la kasbah. Si le gusta caminar, disfrute de las magníficas vistas desde las montañas circundantes. La puesta de sol sobre Chefchaouen tiene fama, ¡venga a verla con sus propios ojos!
6 Asilah, la perla del Atlántico
Asilah es una pequeña ciudad marroquí situada en la costa atlántica, entre Tánger y Rabat. Es muy apreciada por su ambiente relajado, su gastronomía y sus playas de arena fina. Su influencia portuguesa la convierte en un lugar muy rico culturalmente, como lo demuestran las murallas que rodean el famoso y emblemático casco antiguo. A orillas del mar, no te pierdas las casas pintadas de blanco y azul.
7 Tánger, la ciudad cosmopolita
Situada en el extremo norte del país, Tánger es una ciudad muy turística, probablemente debido a su proximidad con la cultura europea. Entre sus lugares imprescindibles se encuentran la Gran Mezquita (construida en el siglo XVII), el Gran Zoco, la medina (el barrio histórico) y la Ciudad Nueva, construida por los europeos durante el siglo XX alrededor de lo que se conoce como la Place de France. El parque de la Mendoubia es un lugar tranquilo y apacible, ideal para recargar las pilas. En la Ciudad Nueva, pasee por el bulevar Pasteur para ver el Gran Teatro Cervantes, un edificio de estilo modernista heredado del protectorado español de la ciudad.
8 Las Montañas del Atlas
El Atlas es una cadena montañosa que atraviesa Marruecos. Se trata de la cadena montañosa más alta del norte de África, con cumbres que pueden alcanzar más de 4000 metros. Viajar por ella es una forma excelente de explorar los paisajes salvajes y los pintorescos pueblos de Marruecos. Al pasar por la N9, la carretera que atraviesa el Alto Atlas, las vistas son impresionantes, desde magníficos valles hasta cumbres nevadas. Durante este viaje, pasará por el valle del Draa, el palmeral de Skoura y el desierto del Sáhara.
9 Las Cascadas de Ouzoud
Para contrastar con las ciudades marroquíes y los paisajes desérticos, venga a admirar las cascadas más impresionantes del Atlas marroquí. En un paisaje de arenisca roja, el agua se abre paso ruidosamente por el valle salpicado de olivos y almendros. Una nube de gotitas le refrescará durante su descenso a pie. Al pie de las cascadas, podrá pasar el día admirando el paisaje y la exuberante naturaleza, y luego comer algo en el lugar.
10 Merzouga, las puertas del desierto
Cuando soñamos con un viaje a Marruecos, a menudo imaginamos dunas y desierto hasta donde alcanza la vista. Si le atrae la experiencia, el pueblo de Merzouga es un buen punto de partida para sumergirse en el Sáhara. El mar de arena dorada del Erg Chebbi y los dromedarios estarán allí para acompañarle durante una excursión o un campamento. No espere una experiencia fuera de lo común, Merzouga es un pueblo totalmente orientado al turismo. Lo positivo es que encontrará una gran variedad de hoteles más o menos lujosos, así como actividades, siempre acompañadas por guías locales. Si decide aventurarse en el desierto marroquí en invierno, sin duda tendrá noches frías, pero durante el día la temperatura media es de 25 °C, lo que garantiza un frescor nada desdeñable durante las horas de marcha.
11 Fez, la Capital cultural del país
Descubra la historia y la cultura de Marruecos paseando por la ciudad de Fez, en el norte del país. Allí encontrará, entre otras cosas, la antigua medina de Fez El Bali, que aún se conserva en muy buen estado. Piérdase por las callejuelas de la ciudad, entre los numerosos zocos y edificios antiguos. La ciudad vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, merece una visita. También podrá descubrir la artesanía tradicional de la ciudad, desde la alfarería hasta el bordado, pasando por la curtiduría. No se pierda esta colorida ciudad, que le revelará todos sus misterios durante su estancia.
12 El Valle de las Gargantas del Dadès
El valle de las gargantas del Dadès, un paisaje futurista que le dejará sin aliento, se encuentra en el macizo del Atlas. Rodeado por el color ocre de los acantilados, podrá recorrer las largas y sinuosas carreteras que le llevarán hasta la cima de la montaña. Con una longitud de 25 km, este valle está hecho para los amantes de la naturaleza y la aventura. Le recomendamos que lo visite al atardecer, para disfrutar de colores aún más intensos en la roca. A pie o en coche durante su estancia, tómese su tiempo para admirar el contraste entre el azul del agua del Dadès y el rojo de sus rocas erosionadas.
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